Este texto, hecho por nuestra compañera Maite Amaya, refleja algunas discusiones y posicionamientos a las que adherimos desde nuestra colectiva: las histeriqas, las mufas y las otras...
El deseo no acepta burocracia.
El deseo no se negocia en la mesa del poder.
El deseo castrado reprimido, aplastado,
es el espacio de la domesticación y la obediencia.
Claudia korol.
Sectores activistas instalan en la opinión pública argentina el matrimonio gay, y rápidamente se polarizan las opiniones: en contra de que personas no heterosexuales puedan casarse o a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Referenciada la primera por sectores reaccionarios, fascistas, fundamentalistas religiosos, y la segunda por activistas institucionalistas, asimilacionistas, la burocracia lgtttb (lesbica, gay, travesti, transexual, transgenero, bisexual), algunos grupos que no se dieron demasiada reflexión al respecto, partidos de izquierda, y sectores de derecha como franja morada y Olga Riutort y compañía.
El puritanismo, la moralidad, el clero, las religiones, el estado y la burguesía regulan la vida pública y la vida íntima de las personas, coartando libertades individuales tan básicas como el poder de decisión sobre nuestros cuerpos. Se oponen al placer, la anticoncepción, el aborto, el lesbianismo, la homosexualidad, el travestismo, la transgeneridad, la autonomía personal, la diversidad humana, la libertad de expresión. Fomentan la discriminación, la agresión que pesa sobre lesbianas, travestis, transgéneros, transexuales, gays y que muchas veces nos cuesta la vida. No hay libertad posible cuando el estado y los sectores de poder controlan aspectos tan elementales de las personas.
Por otro lado, lo que hoy se impone como agenda lgtttb no es abarcativo de de las necesidades de todxs, sino de lxs más acomodadxs. Al debatir el matrimonio como prioridad absoluta para el conjunto de lesbianas, travestis, transgéneros, transexuales, gays, bisexuales, se invisibilizan tantas otras demandas más acuciantes aún, como el acceso a vivienda, salud, educación, trabajo. Es decir, invisibiliza las diferencias de clase, étnicas, religiosas existentes hacia el interior de nuestra comunidad. Las personas lgtttb no somos un grupo homogéneo, sino que como las personas heterosexuales pertenecemos a distintos estratos sociales, nuestras necesidades son diferentes y por ende nuestras prioridades también lo son.
Para una travesti, por ejemplo, en nuestra gran mayoría pobres, hacinadas en alguna pensión céntrica, con un capital compuesto de una valijita con maquillajes y otra valija con ropas de prostituta (básico para sobrevivir), tal vez algún colchón y un celular, el matrimonio no modifica nada. Sin duda, en nuestra más absoluta y asfixiante pobreza no tenemos las mismas necesidades que un gay o una lesbiana de clase alta o media, o que accede al trabajo en blanco, situación que entendemos no es tampoco prioridad para la gran mayoría de lesbianas y gays que trabajan en negro, subocupadxs, o desocupadxs.
Históricamente ha sido más urgente el bienestar de quienes se encuentran en una situación privilegiada, que la denigrante situación que padecemos lxs de abajo.
El reconocimiento de nuestras uniones erótico-afectivas por las instituciones resuelve ciertos derechos sociales vinculados con el trabajo en blanco, con cobertura social y médica, y reconoce la heredabilidad de bienes y propiedades. Y ésta no es una preocupación latente en la realidad de lxs más hambreadxs, excluidxs y marginadxs.
Nadie niega que hay desigualdad de condiciones con las personas heterosexuales, y que éstas responden a construcciones político culturales opresivas basadas en la orientación sexual e identidad de género de las personas para disciplinar los cuerpos en la economía sexual hétero, monogamica y reproductora.
Hay sectores del activismo lgtttb que alegan que la legalización del matrimonio lesbico-gay dará mayor legitimidad social a las uniones no heterosexuales en el imaginario social, para bajar el altísimo nivel de homo-lesbo transfobia de la cultura machista heterocentrada en la que vivimos.
Pero no se analizan críticamente las instituciones de la sociedad heterosexista y burguesa, ni se consensúa la estrategia legal más conveniente para alcanzar los derechos sociales negados sin condicionar ni limitar el deseo, las sexualidades, los géneros y los cuerpos. Porque podríamos avanzar en derechos sociales sin que necesariamente sea a través del matrimonio, sin siquiera fijar numero de personas en la relación, por ejemplo.
La institución matrimonial esta diseñada para interrumpir la espontaneidad de la libido y el deseo.
¿Significa un avance real la normalización de las experiencias cuestionadoras de la heteronormatividad opresiva?
Acceder a los pactos morales y económicos de la sociedad heteropatriarcal y capitalista genera una sensación de paz social para grupos violentados sistemáticamente, pero el costo es invisibilizar la continuidad de la opresión.
La noción de mayor aceptación de la homosexualidad y el lesbianismo, no desnaturaliza la heterosexualidad, ni la corre del eje central de la organización social. Entonces no actúa directamente sobre el régimen político sexual, y el lugar a ocupar por la disidencia sexual -aunque legalizado-, continua siendo periférico a ésta.
La necesidad de extender las instituciones del heteropatriarcado no es para el bien común, más que necesidades de las personas son las necesidades de un sistema que necesita readaptarse, resignificarse para perpetuar esta forma de organización social de dominadxs y dominadorxs. Con el arduo esfuerzo de quienes militan para acceder al sistema que les oprime, reafirmando las instituciones opresivas de los cuerpos.
La armonía en la diversidad no es posible mientras exista la obligatoriedad de la heterosexualidad y ésta se constituya como hegemónica, en un marco ideológico autoritario que jerarquiza las relaciones sociales. Por eso, es importante transformar los parámetros en los que vivimos y agrietar los existentes para proyectarnos en otra sociedad posible.
La familia nuclear es la base del sistema patriarcal y sostén de la propiedad privada. En ella se reproducen los roles y jerarquías necesarias para sostener la pirámide social. Que lesbianas, travestis, transgéneros y gays ocupen el lugar de producción social de la familia, no asegura otra categoría más que la de familias de segunda, “falsas” familias, que apelarán constantemente la aceptación social.
No necesitamos que nos regulen, necesitamos vivirnos como seres deseantes y deseadxs.
Tampoco se trata de imponer nuestra vivencia a nadie, sino poder habitar el mundo, sin represión, ni violencia.
Es destacable el compromiso de cierto activismo travesti, transgénero en la lucha pro-matrimonio. Nosotras, travestis- transgéneros, tenemos identidades ilegalizadas. Formas jurídico-legales de criminalizar los géneros que no se ajusten al régimen. De aprobarse la ley, al firmar el contrato matrimonial tendríamos que hacerlo como homosexuales de identidad masculina, que no somos, lo que significa para nosotras un retroceso de años de lucha travesti-transgénero. Algunas activistas se excusan en estar impulsando simultáneamente una ley de identidad de género también, pero que nos integra a la categoría mujer y nuevamente nos deja fuera de la historia como travestis-transgéneros.
El matrimonio no da solución de raíz a la segregación social que padecemos, no da nuevas opciones de supervivencia a la prostitución de nuestros cuerpos, ya que no modifica las subjetividades prostituyentes ni el paradigma mercantilista de las relaciones.
No acabará con las violencias transfóbicas que padecemos a diario, sino que le dará otro marco de acción.
Veamos si el matrimonio acaba con la explotacion, violencia y/u opresión de la mujer. La explotación domestica, la violación, la prostitución, el autoritarismo, la agresión física y psicológica, existen dentro del matrimonio y muchas veces éste le otorga mayor legitimidad a dichas violencias.
Luchar por el matrimonio demanda al padre social-estado que nos incorpore al sistema, dejando intacto el sistema jurídico del derecho de la propiedad privada. Sin erradicar el terrorismo sexual, económico, político, estatal, racista, etnocentrista, capitalista.
Cuando decimos que no es prioridad el matrimonio para nosotras, no conlleva la intencionalidad de impedir que algunxs se casen. Sino evidenciar la imposición de demandas que no atienden las urgencias que tenemos las travestis- transgéneros.
La violencia dirigida hacia nosotras la sufrimos en la comisaría, la calle y la escuela, en este orden en la extensa lista de lugares en los que recibimos agresiones. Estamos excluidas del mercado laboral y tenemos un promedio de vida de 30-35 años, consecuencia de la prostitución de nuestros cuerpos (datos de la investigación realizada en el año 2005. “La gesta del nombre propio”)
Nosotras aun exigimos arroz con leche, no casamiento.
Es inexcusable que debatamos en nuestras organizaciones la incidencia que puede tener al interior de nuestros movimientos el imperio de la ideología masculina y patriarcal condensada en la familia tradicional y en el conjunto de las instituciones y lógicas sociales (Roxana Longo).
El desafío mas grande es recuperar nuestros cuerpos, aventurarnos al disfrute sin ataduras, mediaciones, control, regulación. Sin contratos económicos, ni moralistas. Vivirnos en el placer y el gozo que nos niegan las autoridades acomodadas como tales en la actual forma de organización social-sexo- genérica.
Construir relaciones libres basadas en la solidaridad y la amistad. Sin que nuestros cuerpos sean propiedad de nadie. Sin mercantilización del deseo.
Tejer otra urdimbre social, basada en la cooperación entre lxs seres. Trabajar la cultura de la diversidad y la libertad sin divisiones ni jerarquizaciones de tipo sexual, genérica, de clase, racial, cultural.
Para experimentar nuestras vidas en un continuo que libere la sexualidad de cualquier reja, es necesario el cambio social.
Para esto necesitamos definir objetivos políticos, culturales e ideológicos que tracen caminos de libertad, nunca amoldarnos al control existente.
¡Revolución en las camas, las casas y las plazas!
Por el divorcio urgente:
- De la iglesia con el estado,
- De la iglesia y el estado con nuestros cuerpos,
- De las instituciones y mandatos patriarcales y burgueses con nuestros deseos y relaciones.
- Del machismo con la cultura.
- De la homo-lesbo-transfobia con la cultura.
- Del autoritarismo con las personas.
- Del mercado con nuestros cuerpos.
- De la prostitucion con nuestras vidas.
- De la exclusión y la opresión con nuestra existencia.
Ni dios, ni amo, ni patrón, ni milico, ni cura, ni pastor, ni marido.
Maite Amaya. Integrante de la colectiva feminista anticapitalista las histeriqas las mufas y las otras, y del colectivo caracol. Cel: 0351-156113089
Junio de 2010, Córdoba, Argentina.
Genial; te sigo o lxs sigo ♥
ResponderEliminarSe olvidaron de poner en donde dice divorcio urgente: a) De la heterofobia con la cultura; b) del feminismo con la cultura; c) del aborto con la cultura y d) del divorcio con la cultura.
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