domingo, 31 de julio de 2011

La lesbofobia apuntó, Daniel Torres disparó

por nati HMyO/((i))
En el juicio por el asesinato de Natalia Pepa Gaitán, no sólo es Daniel Torres quien estásentado en el banquillo de los acusados.
Como en muchos otros juicios históricos, la presión del activismo, de lxs familiares de Pepa, y de lxs muchos que se sintieron implicadxs, lograron romper el silencio, sacudir la burocracia e instalar públicamente y en los tribunales a la lesbofobia como un mecanismo generador de violencia. Fueron esas acciones, jurídicas, callejeras, mediáticas, las que plasmaron la indignación y el dolor de muchxs en el ámbito público, las que una vez más hicieron político lo que quería construirse como personal -"resolverse" entre los muros de las salas de audiencia de los tribunales-, las que pusieron nombre y adjetivo al acto perpretado por Daniel Torres el 6 de marzo de 2010.

Por eso, en el estrado, en estos días, se juega mucho más que el futuro de quien finalmente disparó la escopeta esa noche.
Por eso, también, el objetivo de este juicio no es sólo o principalmente la pena para el asesino: es aquella pena que reconozca que la causa del homicidio fue la lesbofobia, la revulsión y el odio ante quien osó romper con los andaribeles marcados por el régimen político de la heterosexualidad obligatoria. Es la denuncia -encarnada, militante, pública- de este mismo régimen, que construye y rige -y muchas veces, como ésta, destruye- subjetividades, cuerpos y vidas.
Las organizaciones y activistas lesbianas lo señalaron inmediatamente: La sociedad y la lesbofobia apuntaron, Daniel Torres disparó. "La escopeta se llama heterosexualidad obligatoria. Los perdigones se llaman lesbofobia y nos alcanzan a todxs" (Declaración: Natalia Gaitán. Fusilada por lesbiana).
Y es que detrás de lo que se conoce como crímenes de odio* por orientación sexual, hay operando diversos mecanismos que sostienen y reproducen la maquinaria de la discriminación y el odio, que distan de ser espontáneos o individuales. Como menciona Alejandro Modarelli haciendo referencia al crimen de Carlos -la Ursula-, gay asesinado en marzo de 2005 en Buenos Aires, "el relato de desprecio y odio contra los gays, los transgénero, las lesbianas, que el asesino había seguramente aprendido de memoria desde niño, es un relato inmemorial que se expresa en la infinita variedad de bromitas escolares, acosos, injurias y expulsiones de la casa y el trabajo; en la justicia y los derechos suspendidos o denegados, en las torturas policiales sin consecuencias penales, en los azotes normativos de innumerables religiones". También en el no reconocimiento de la figura del crimen de odio por orientación sexual como un agravante hay otra operación desde el Estado de sostenimiento y amparo de esta violencia, sumado a los que las dependencias públicas estatales (universidades, escuelas, tribunales, fuerzas de "seguridad", hospitales), repiten diariamente. También en la parcialidad normativa y sin tapujos de los medios de comunicación (basta leer un titular de la voz on line del 27 de julio: "Relatos de la riña que derivó en crimen").
Y en el juicio, el engranaje heteropatriarcal comienza una vez más a girar: para absolver al asesino, hay que culpabilizar y juzgar a la víctima. Para ocultar la lesbofobia social, hay que poner la mirada sobre Pepa y desplazar el lesbianismo que portaba de manera desafiante, como origen del disparo. Deslegitimarla y nombrarla de todas las maneras que se encuentren que disminuyan la responsabilidad del asesino que la ejecutó y de la sociedad que ampara y refuerza la lesbofobia cotidianamente. Como relata fabi, en el Día I de la Crónica del Juicio, "el abogado defensor intenta establecer una estrategia en la cuál se exponen todos lo mitos y prejuicios con los cuales suele identificarse negativamente a las lesbianas socialmente tales como que somos violentas, promiscuas, estructoras de hogares, pervertidoras de menores...". Cuando recorremos las crónicas del juicio, los testimonios una y otra vez giran en torno a la Pepa, para denostarla o para defenderla, pero poniéndola a ella, a sus actos, a su vida, a su sexualidad, a sus afectos, a sus expresiones, en el lugar de aquello que debe dar cuenta, que debe dar razones, que debe justificarse.
Entre el lunes 1o y el miércoles 3, probablemente, se leerán los alegatos en el juicio, conoceremos la sentencia, y luego, los fundamentos. Habrá condena a Daniel Torres, probablemente con el agravante del uso del arma de fuego. Con suerte, entre los fundamentos, aparecerá mencionado el carácter lesbofóbico del asesinato de Pepa, dando pie a revisiones legales** . Sin embargo, bien vale la pregunta planteada por fabi: la sociedad en su conjunto, ¿se hará cargo de lo que implique esta condena?
"Justicia, decía macky corbalán (...) es que no vuelva a pasar". Hacemos nuestras estas palabras, conscientes de todo el camino y la lucha que exige alcanzar justicia, esta justicia, que se proyecte sobre las vidas, libres y plenas, dignas de ser vividas, de todxs.


* Crímenes de odio: aquellos delitos dirigidos contra una persona o un grupo de personas a causa de los prejuicios o del odio del autor hacia la raza, el origen étnico, la religión, la orientación sexual, la identidad de género u otra característica de la persona o del grupo. ** La ley antidiscriminacion argentina, sólo contempla para aplicar agravantes en delitos penales, motivaciones relacionadas con "persecución u odio a una raza, religión o nacionalidad, o con el objeto de destruir en todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso".

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